Proyecto de Miralda, con la colaboración de Montse Guillén.
Concebido como la celebración de un enlace entre la música y el mar, el evento público FLAUTA i TRAMPOLI clausuró el X Festival de Música de Cadaqués, uno de los muchos certámenes que se celebran en este destino cultural cada verano y en el que participaron flautistas muy reputados, como Jean-Pierre Rampal y Shigenori Kudo.
Esta fue la primera de las muchas colaboraciones que hice con Miralda después de conocernos en mi restaurante MG de Barcelona. Miralda, su equipo y yo montamos una mesa de cincuenta metros de longitud a lo largo de una calle estrecha, adoquinada y flanqueada por balcones que unía el mar con la iglesia donde se celebran los conciertos del festival. Para mantener la superficie nivelada, pese a la acusada pendiente, levantamos un extremo del tablero seis metros por encima del nivel del mar (a modo de trampolín) y el otro, veinticinco centímetros sobre los adoquines. Esta larga mesa, el extravagante trampolín imaginario de la iglesia, se vistió con un mantel de un color azul: el “blauet” característico junto con el blanco de las fachadas y los interiores de las casas de la costa catalana y alrededores.
Esta mesa trampolín la llenamos con un banquete a base de anchoas (símbolo del mar) y “botifarres dolçes” (símbolo de la montaña) servidas sobre unas tejas de barro típicas de la región. Para tomar los manjares que había en el extremo más bajo de la mesa, los participantes tenían que agacharse. Los que se encontraban en el extremo opuesto quedaban totalmente fuera de su alcance. En el extremo inferior del bufet, junto a la iglesia, servimos una escultura de bizcocho y chocolate que representaba la cabeza de San Juan Bautista, en conmemoración de la decapitación del santo (que se celebra el mismo 29 de agosto).
Antes del concierto final, que se celebraría en la iglesia, Rampal y Shigenori ofrecieron un “avance” en el balcón del ayuntamiento que, en ese punto, se encontraba a la misma altura que la mesa, a unos dos metros y medio del suelo. Los participantes se reunieron alrededor de la mesa-trampolín y cuando el sol se puso y empezó a soplar la tramontana se abrigaron con las capas de papel de aluminio en las que habíamos envuelto las ofrendas de bienvenida. Para tan magnífico evento creé 1000 flautas de pan que habían sido horneadas con una flauta de caña en su interior, un guiño al doble significado de la palabra “pan” (el alimento y el nombre del semidiós mitológico que toca la flauta). En el extremo de la mesa, donde el empedrado de la calle formaba una rosa de los vientos de casi dos metros de diámetro, se había dibujado una estrella con sal sobre la que se colocaron unos mil vasitos de vino (Garnatxa). La rosa de los vientos indicaba el norte, el lugar donde procede la tramontana.
Los habitantes de Cadaqués acogieron FLAUTA i TRAMPOLI decorando con mantones de colores los balcones y las fachadas junto a la instalación.
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